lunes, 28 de julio de 2008

Japón, de Carlos Reygadas


Espectacular primera peli del mexicano Carlos Reygadas, rodada en formato 16 mm Cinemascope -lo que le confiere un aire onírico muy particular- en 2002. Un hombre llega a un pueblo perdido en un recóndito lugar de la geografía mexicana. Su intención: matarse. Nadie sabe por qué ni cómo llega hasta allí este hombre que ronda los cincuenta y cojea. En el poblado -uno de los más turísticos de la zona según el juez (sic)- se aloja en un "troje" que tiene una anciana en su casa en lo alto del monte. Conforme transcurren los días el tipo experimenta unas sensaciones hasta entonces desconocidas, una cierta afinidad hacia la anciana que concluye con una propuesta inusitada. La música de Arvo Part y de Bach, la luz del desierto, los increíbles paisajes, el recuerdo de Tarkovsky en algunos planos y el minimalismo de la acción y de los diálogos se conjuntan para crear una obra de gran lirismo y misterio con un final trágico y sorprendente -y que todavía no he comprendido, por dios. Además, aún no sé por qué se llama así la peli. Ganadora de la Cámara de oro en Cannes 2002.

viernes, 25 de julio de 2008

Partos mentales, de Günter Grass


El bueno de Günter publicó esta interesante novelita en 1980 -subtitulada" o los alemanes se extinguen"- cuando ya era un escritor consagrado. Bueno, es que Grass se consagró con -casi- su primer libro, El tambor de hojalata, de 1959, y siempre habrá algún listillo que diga que es su mejor obra. Esta especie de ensayo-novelístico-seudo-filosófico-político nos presenta a un Grass audaz e innovador, comprometido e imaginativo, es decir, al mejor Grass -para mi la mejor novela que he leído de él es Malos presagios. Varias tramas se intercalan. Por un lado la del viaje a Asia de dos profesores alemanes al límite de la edad adecuada para concebir y cuyo dilema hijo-sí, hijo-no, centra la mayoría de páginas del libro. A su vez, Grass también viaja a Asia con su mujer buscando escenarios para la adaptación de este mismo libro al cine a cargo de su amigo Volker Schlondorff -quien dirigiera en 1979 El tambor de hojalata, oscar a la mejor peli extranjera en 1980. Las ideas políticas -se acercan las elecciones en Alemania- y las reflexiones -a veces brillantes, a veces demasiado obvias- acerca del desequilibrado balance entre el primer y el tercer mundo ocupan las mentes de los profesores protagonistas de la novela. Como siempre que leo a Grass después de su confesión estrambótica de pertenecer al partido nazi en la segunda guerra mundial -hecha en su libro autobiográfico Pelando la cebolla-, estuve pendiente de cualquier detalle que lo pusiera en entredicho. Pues la verdad es que si bien al principio parece declarar que su único acercamiento al partido nacional socialista fue un intento de participación en un concurso de dibujo - e "imagina" que si hubiese nacido diez años más tarde quizás hubiera participado más activamente en la guerra-, unas páginas más adelante afirma sin rubor ni rodeos que formó parte de las Juventudes hitlerianas. Yo realmente no entiendo bien la polémica que ha rodeado a Pelando la cebolla; con la edad a la que llegó Grass a la guerra -nacido en 1927- y con el entorno existente en Danzig -antes en Polonia, ahora Gdansk y en Alemania- en aquella época lo más lógico es que este joven no tuviera mayor elección que la de pertenecer a ese colectivo del terror. Si a eso añadimos que nunca tuvo un arma entre las manos, ni disparó un solo cañonazo, y que cuando le llevaba el café a los oficiales se orinaba en las tazas de camino a la caseta de éstos, habría que decir que Grass está libre de toda culpa. Otra cosa es que la forma de la confesión se haya producido de una forma lastimosamente mercadotécnica, pero ése es un problema para los aburridos que siempre ven cosas raras entre líneas. En resumen, -que me fui por las ramas-, una excelente novela, con algunos altibajos -bajones precisamente en los momentos más reflexivos-, y que se lee con sentido de la actualidad casi 30 años después de su publicación -es que me he retrasado un poquillo jeje.

sábado, 19 de julio de 2008

La vida interior de Martin Frost, de Paul Auster


Segunda inmersión de Auster en el mundo del cine como director -responsable del guión también, obviamente- después de Lulu on the bridge -y bueno, también estuvo de codirector en Blue in the face. A partir de un personaje de El libro de las ilusiones Paul Auster ha filmado una obra críptica, alegórica, acerca del proceso creativo y la inspiración. En mi opinión es una película fallida que funciona al borde del amaneramiento, o por decirlo de alguna forma, al borde de la cursilería. El comienzo es prometedor -un novelista pasa unos días de descanso en una casa del bosque y sin quererlo se ve comenzando un relato nuevo-, pero a raíz de un suceso -ella cae al suelo en el jardín- la trama se torna onírica, sin sentido y aburrida. Una voz en off intenta secuenciar ideas poéticas, filosóficas, pero a veces dan la impresión de pertenecer a un libro de citas célebres. Me encantó que se rodara en Sintra, un lugar de cuentos de hadas, pero realmente Sintra se ve bien poco, lo podían haber rodado en Casabermeja y no habría cambiado nada. Irene Jacob es la protagonista. Para mi Irene Jacob siempre será la Valentina de Rojo de Kieslowki. Nadie ha aparecido en el cine tan hermosa y frágil como ella en esa peli. Eso es realmente un arma de doble filo ya que no soporto verla en otras películas, de forma que siempre me da la impresión que está actuando como si fuera una parodia de Valentina. La intervención de Sophie Auster -la hija del director, no hay enchufe, por dios, qué mal pensados- con su increíble voz es un poco ridícula y creo que en ocasiones sonrojante -"cántanos algo, Ana". No obstante el personaje del fontanero escritor es fantástico -y sus relatos cortos desternillantes en su particular grotescidad- y el juego de los dardos destornilladores un brillante ejercicio de hilarante surrealismo -David Thewlis está genial en el papel de Frost, hay que reconocerlo. La música de Laurent Petitgand es fantástica, en la línea de un Philip Glass o un Yann Tiersen, aunque después de un uso continuado de la misma en la primera parte luego desaparece -como la inspiración de Frost, y ¿la de Paul Auster? En definitiva, una peli irregular que me deja una sensación de insatisfacción alterna. Esperemos que Auster continúe escribiendo y deje a un lado su faceta cinematográfica -por el bien de todos.

viernes, 18 de julio de 2008

Doctor Pasavento, de Vila-Matas


Se me acumularon de tal forma las reseñas bibliográficas que tendré que hacer borrón y cuenta nueva. Quedarán para otra ocasión mis absurdos comentarios sobre El origen, de Thomas Bernhard, Rituales, y Perdido el paraíso, de Cees Nooteboom, El guía, de Narayan, Antichrista, de Amelie Nothomb, y Carpe Diem, de Saul Bellow. Así que vamos con la última lectura. Doctor Pasavento de Vila-Matas es una novela extraña. Realmente no se sabe si es una novela, un discurso de metaliteratura, un libro de viajes -particular-, o una iniciación a la desaparición desde la dicotomía realidad-ficción. Partiendo de un personaje solitario que busca la desaparición -no se sabe bien por qué pero bueno, en realidad nadie sabe por qué busca las cosas, ni si busca algo- más allá de una desaparición meramente literaria -es un conocido escritor- o metafísica o existencial. Para ello emprende un viaje por la rue Vaneau de París. Una calle donde confluyen personajes como Marx, André Gide, Bove, o el pintor Boeswillwald (no me pregunten que no tengo ni idea de quién fue), y que de alguna manera centran la obsesión de Pasavento -el protagonista que muta de personalidad, así pasa a ser doctor, doctor Ingravallo, hasta doctor Pynchon- y que empieza a considerar posible la existencia de una fuerza acumulativa que lo arrastra casualidad tras casualidad hacia esa determinada calle de París. Esas casualidades no son en absoluto austerianas sino que están dictadas por los personajes históricos citados y por los hechos cronológicos -la guerra de Irak, el conflicto sirio, el 11 m-, así como el deambular del propio Pasavento en esa calle y en otros lugares exóticos como Lokunowo, la Patagonia, Suiza, Sevilla ó Nápoles. Utilizando la inventiva predeterminada y específica en algunos casos("Imaginé...") la sensación que traslada a veces esta novela es la del caos, el libro parece conducir a ninguna parte, las identidades borradas, el continuo anhelo de lo que se huye -la muerte de su hija, la ausencia de búsqueda en su país tras su misteriosa "desaparición", el retorno a la escritura- parecen dimensionar un habitáculo demasiado personal como para ser compartido por los lectores. Esta apasionante trama de huidas, atiborradas de referencias bibliográficas -Kafka, Walser, Bove...-, reivindican la novela total, el libro total, y es precisamente esa increíble atracción hacia el manicomio de Herisau donde Robert Walser pasara los últimos 23 años de su vida garabateando esos "microgramas" la que produce las más brillantes páginas del libro. Ya no sabemos si Pasavento quiere estar loco, lo está, o simplemente su locura subyace en esa intención impopular de traspasar la frontera de la cordura para estar en definitiva en el más absoluto estado de soledad. Lo que hay que montar para estar tranquilo, por dios, cómo odio las reuniones vespertinas de mis vecinos en el portal...

jueves, 3 de julio de 2008

Wonderful Town, de Aditya Assarat


Vivir en Madrid es un priviliegio para los amantes del cine oriental. En mi paso relámpago por la capital me acerqué a los cines Renoir de Plaza de España y la verdad es que tuve dificultades para escoger la peli: El edificio Yacobian, El último viaje del juez Feng, Wonderful town, Mil años de oración y La princesa de Nebraska (ambas de Wayne Wang), Caramel, y otras interesantes propuestas europeas como la última de Peter Greenaway basada en el cuadro de Rembrandt La ronda de noche, y 12 de Mikhlakov. Fui a ver Wonderful town, y no exagero si digo que es una de las mejores pelis que he visto nunca. El director tailandés Adiyat Assarat (1972) rueda su primera peli con el que ha obtenido algunos premios internacionales y que pone al cine tailandés en primera línea del cine oriental (de allí nos han llegado últimamente algunas joyas como Las lágrimas del tigre negro, de Wisit Sartsanatieng, y Last life in universe e Invisible waves de Pen Ek Rataunarang). Ambientado en la vida post-tsunami en Tailandia, la peli nos cuenta la historia de un amor en tierra de ofuscación, desesperanza y resignación. El propio director nos habla del título: "Cada espacio, cada lugar posee una atmósfera particular. La de Takua Pa es muy potente: una atmósfera de tristeza, de envejecimiento y de tranquilidad. Y creo que el ambiente de una ciudad depende en su mayor parte de su historia. Y, por supuesto, el acontecimiento más reciente en la historia de la ciudad es el tsunami. Fue una tragedia, pero, afortunadamente, el tiempo cura todas las heridas". Contiene momentos de gran belleza plástica, el guión avanza a golpes de escogidos y brillantes diálogos, y para colmo, tiene un final absolutamente genial -aunque desgarrador. Un 10.